domingo, 21 de octubre de 2012

Relato de una vida cualquiera

Se levanto con el pelo en la cara, casi se mete en la boca un mechón al estirarse. No se había dado de cuenta pero ya había salido el sol; eran las 10:38 de la mañana de un domingo de julio. Para cuando miró a la ventana y vio el tiempo se levantó de cama corriendo, ruborizada. Se había quedado dormida en la cama de aquel hombre, no sabía ni quien era, pero no esperaría a conocerlo. No recordaba nada de la noche anterior, pero parece que la cosa había ido bien, sus bragas en el pasillo, el sujetador colgado en el pomo de la puerta del baño y los pantalones, por el camino, encima del paragüero de la entrada. No se sentó en la cama para apoyarse la vestirse, ni al calzarse. Ni de coña quería despertar al tío que dormía en aquella cama, no quería conocerlo. Vestía el negro en pensamiento, solo era divertirse, nada mas allá. Ya estaba cansada de promesas rotas y flores marchitadas en su habitación. Se fue.

Y el, al despertar lamentándose, pensando que había perdido a la mujer de su vida, después de tantos fallos.

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